Según
Lagarde, género es una categoría explicativa de la construcción social y
simbólica de hombres y mujeres sobre la base de la diferencia sexual. (Lagarde,
1992). En síntesis son las conductas que son atribuidas a mujeres y hombres.
Con
respecto a los roles de género Guzmán (sf, p2) menciona lo siguiente:
"Expectativas
sociales creadas en torno al comportamiento femenino y masculino.
Construcciones sociales de lo que se espera sea el comportamiento de la mujer y
del hombre. Así se espera que las mujeres sean pasivas, dependientes y
cariñosas, mientras que los hombres agresivos, competitivos e independientes.
En este contexto se concibe al hombre como el modelo frente al que se compara
al otro grupo, las mujeres".
Entonces las características del término
“género” radican en que es un sistema complejo, divisor, rígido, e intolerante.
Donde se dan entre los principales aspectos, una separación de los espacios públicos y privados, como lo es
la división social del trabajo, lo que se puede evidenciar en profesiones,
labores domésticas, y mayor participación de los hombres en el ámbito público.
Estos roles asignados se interiorizan mediante
la identidad, es la imagen que las personas logran construir de sí mismas, la
forma como se auto perciben y la forma en que actúan en la sociedad a partir de
esa autopercepción (INAMU, 2007).
Igualmente la identidad tiene algunas
características fundamentales según Baró (1992), porque está referida a un
contexto cultural y social y se afirma en la relación interpersonal y es
producto tanto de la sociedad como de las propias personas, por lo tanto es un
proceso que se prolonga a lo largo de toda la vida.
Estas características se representan en todas las etapas del
envejecimiento, incluida la vejez, donde se encuentran las personas adultas
mayores con las cuales trabajamos.
En esta población, especialmente las mujeres hacen referencia a la división de
género cuando hablan por ejemplo de que la mujer tiene que cumplir con los
quehaceres de la casa y el hombre debe ser el que provee, cuando mencionan las
obligaciones de la mujer como lo es saber cocinar y hacerlo bien.
Esto
fue evidente además en comentarios como “qué bueno que sepa cocinar, ya se
puede casar” “así queda bien con el marido”. Este tipo de comentarios
reproducen los estereotipos que giran sobre lo que debe ser hacer una “buena”
mujer, discursos que lamentablemente están legitimados en nuestra sociedad y
por tanto se interiorizan a lo largo de todo el proceso de socialización, por
lo tanto es importante que sean trabajados en los espacios de taller, a pesar
de que no tienen relación directa con el tema de vejez.
Con respecto a esto, Foucault (citado por
Piedra, 2004) menciona: “El sujeto es subjetivizado a través del discurso. Se
trata del discurso dominante, el discurso del poder y el saber”.
Significa que siempre encontramos un discurso
que se genera desde lo interno y también desde lo externo en la sociedad que
responde a los intereses del sistema patriarcal en que se vive, como
estudiantes nos podemos valer del discurso para hacer pequeños cambios que se
dirijan hacia la reflexión en las personas sobre estos temas y se pueda llegan
a una transformación en cuanto a la concepción que se tiene sobre el género e
ir cambiando los mandatos que toman más fuerza en las mujeres como lo es
“ser para los otros”, atribuyéndose labores de cuido de sus familiares,
en la mayoría de ocasiones de sus parejas, hijos (as), nietos (as).
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